La piedra fundamental de nuestro trabajo es la práctica de estar presente —el esfuerzo más práctico que un ser humano pueda hacer. Todos hemos hecho tentativas sinceras para cambiar nuestro comportamiento o nuestras emociones. Aún así, y debido a que el ser inferior no está unificado, los resultados son a menudo decepcionantes. ¿Quién es “yo”? ¿La persona que quiere levantarse temprano o la persona que prefiere quedarse en la cama? Pero el Ser Superior que aparece cuando estamos presentes trae un punto de percepción simple y unificado. El Ser toma el puesto que le corresponde por derecho y en lugar de reaccionar a nuestras vidas en las formas mecánicas y habituales, comenzamos a experimentarla y a responder más espontánea y libremente.
Cuando aspiramos a estar presentes nos unimos a una lucha universal, como la de los mitos y cuentos de hadas, entre la luz y la oscuridad, entre la presencia y la actividad incesante del ser inferior. Esa actividad se manifiesta en “imaginación” —el flujo constante y automático de palabras e imágenes en nuestra mente. El sometimiento de la imaginación es un atajo —si en un momento determinado podemos apartarnos de nuestros propios pensamientos y sentimientos, nos liberamos de nuestra identidad imaginaria y se crea un espacio en el cual puede emerger nuestro verdadero Ser. No podemos “conquistar” al ser inferior; de hecho esta es una idea del “ser inferior”. Pero si dirigimos nuestra atención una y otra vez hacia la presencia, el ser inferior comenzará a desvanecerse bajo su luz.